¿Qué hacemos con los residuos tecnológicos?

Por Denise Mayor Moreno

El caótico volumen de chatarra tecnológica, más de 10 millones de toneladas anuales sólo en Latinoamérica, refleja el progresivo aumento de los desechos eléctricos y electrónicos a escala global. Sin embargo, detrás de ello se esconde una gran oportunidad de desarrollo social y económico para las naciones.



La basura electrónica constituye la porción de los residuos sólidos urbanos que más creció en las últimas décadas. La constante innovación científica posibilitó que tecnologías en un principio costosas y orientadas a un público especial y reducido, sean hoy baratas y accesibles para cualquier tipo de usuario.

Diariamente, teléfonos celulares, baterías, computadoras y todo tipo de aparatos obsoletos -conteniendo plata, cobre y otros metales - encuentran su destino en basurales o rellenos sanitarios sin un adecuado tratamiento, contaminando el suelo, las napas de agua, el aire y afectando la salud de las comunidades. Y como contrapartida, sólo se aprovecha el 10% de lo descartado, lo que significa una pérdida económica enorme para la región.

La industria de la reutilización de los residuos presenta un escaso desarrollo en Latinoamérica, ya sea por la falta de plantas recicladoras, como por el nivel contaminante de los desechos. Frente a este problema, existen proyectos a nivel social como el caso argentino de “E-Basura”, impulsado en 2009 por alumnos y profesores universitarios de la Facultad de Informática de La Plata. La iniciativa recibe equipos informáticos averiados o en desuso, para ser restaurados con el propósito de rescatar el hardware e instalar software libre y aplicaciones educativas en las nuevas computadoras. Luego, estos equipos son donados a diversas comunidades, contribuyendo así a la educación y el desarrollo de los sectores más vulnerables del país.

Experiencias como ésta demuestran que fomentar el reciclado de residuos electrónicos tendría entonces un doble impacto positivo: permite recuperar metales o materiales que son cada vez más escasos y útiles a futuras empresas de bienestar social, y por otro lado, reduce el impacto que estos residuos generan en el ambiente al degradarse en el agua y los suelos. También puede agregarse el beneficio ecológico que significaría una reducción de la actividad minera, que tantos efectos tiene a lo largo de todo el continente.

En este sentido, resultaría interesante promover en la región lo que se conoce como “minería urbana”, uno de los revolucionarios métodos de reciclado que en Europa y países como Japón o Corea del Sur se está convirtiendo en un importante generador de empleo y de riqueza. Es importante desarrollar las campañas, proyectos e iniciativas “verdes” necesarias, y así generar un efecto multiplicador en la conducta de los ciudadanos.

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